LA HEBRA EN LA TELA
Si existieran los dioses qué aburrido sería.
Si fuéramos el hilo de un determinismo,
qué fácil y qué simple nuestra complicación.
Todo estaría resuelto
milimétrica e inexorablemente
con varios meses de anticipación,
incluso antes de que naciéramos.
Sólo tendríamos que dedicarnos a no hacer
a no pensar no decir nada no reclamar nada.
Pero tal vez así no naceríamos:
los dioses no tolerarían algo tan imperfecto.
En cambio solos, bien solos por el mundo
con esta libertad como este viento
de peligrosas proas criptovitadas
como un macizo de rosas y de púas
que brotan y crecen en su libre albedrío,
estamos tejiendo hebra con hebra,
segundo a segundo, espacio tras espacio,
la superficie irregular e impredecible
de nuestra humana tela.
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