La hebra en la tela

Flavio Hugo Ruvalcaba Márquez es mexicano y Doctor en Derecho. Ha cultivado los géneros de novela, cuento, ensayo, poesía y crónica cultural. Es autor de las novelas El descanso del cambio, Las alas del árbol y La purísima desnudación de las notadas. La crónica cultural se ha reunido en la obra La lupa de Dalí. Su tesis doctoral se denomina Los dogmas y tabúes como fuentes del Derecho. Ha publicado poesía bajo el título La hebra en la tela. flamarel-8@hotmail.com

Thursday, August 04, 2005

NO ME LO PAGA DIOS En la esquina de Nacozari y Convención, en dirección al norte, algunas mañanas el semáforo y la suerte me detienen y entre las filas de motores vienes tú, Angélica, a pedir limosna con Antonio en brazos. A la distancia tu cara inconfundible es una grieta en la ciudad y en mí, hermana mía. Con una gota de sofocación observo ese rostro devastado por el fuego, la piel seca, achicharrada y retorcida como el tronco de un árbol que te hunde más el ojo izquierdo. Te doy una moneda y no me miras. Rehúyes las preguntas de mis ojos. Acaricio la cabeza de tu hijo y apenas balbuceas con timidez Dios se lo pague. No, Angélica, no me lo paga Dios. No me lo paga aunque te diera mi pequeña fortuna y regresara a pobre. No me lo paga Dios, hermana mía, aunque de veras mis acciones te dieran bienestar toda la vida. No me lo paga Dios, bella inocente, porque él no tiene nada, absolutamente nada que darme. Es más pobre que yo y tiene menos que tú. A mí me queda un poco de piedad y de vergüenza y esta triste moneda, pero él no tiene nada. Tú posees un hijo y un remedo de cara y en cambio él es menos que la nada. Para que el mundo ruede no lo necesitamos y sin embargo su imagen no vive sin tus rezos. Por eso estamos liberados de su carga, Angélica. Si de verdad fuera tendría un peso insoportable pues sería un ego poderoso malhumorado y soberbio que en todo lugar y a cada instante chasquearía los dedos y habría una noche de diez años o llovería sobre Atacama, sorprendería incrédulos como yocon sus actos de magia o mataría niños con bombas o de hambre y destrozaría la carne con el fuego. Algo así no es de cuerdos, no se le ve razón, carece de sentido. Su voluble carácter y su ira rezandera serían una amenaza de guerra permanente. Sólo la voluntad hace justicia y a nadie podemos reclamar lo que es tu rostro. Sólo tenemos el azar y la Naturaleza. Sólo tenemos esto. Y ninguna voluntad los rige. La chispa inicial los puso en movimiento y ella misma obedece. A diferencia de los dioses la Naturaleza es humilde y paciente, tiene límites, no todo lo puede y lucha con el azar y contra sí misma cada mañana como tú como yo, difícilmente se levanta a veces de la cama, sufre de melancolía, se enferma y padece cólicos, toma pastillas para los nervios y se agota, tiembla en cada esfuerzo y hay días que todo le sale mal y no puede hacer más que siameses. Es verdad que la Naturaleza puso lumbre en tu rostro, Angélica, pero no pensó al hacerlo ni fue su voluntad. También te dio la opción del agua el dolor el miedo y un par de piernas que no pudiste utilizar a tiempo, en ese segundo de tu transformación cuando de pronto se rompió el espejo. La Naturaleza no sabe de justicia porque no tiene forma de pensar por sí mism fuera de nuestros cerebros. En cambio Dios no sería perdonable. Un dios que te viera se moriría de vergüenza y lloraría su pequeñez en un baúl eterno. El lunes por la mañana volveré al trabajo y el azar tal vez me ponga nuevamente en tu crucero. Te miraré como tú me mirarás un día, cuando muramos, desde mí, pues entonces seré tú y me verás con el rostro achicharrado por el fuego. Cuando me acerque a ti no te olvides de darme la moneda y de tocar el cráneo de mi hijo Antonio. Al pasar el fresco metal por el quemado rostro sabré que esa moneda salió de mi bolsillo un día. No me lo paga Dios, hermosa mía. *

1 Comments:

Blogger Flavio Hugo Ruvalcaba Márquez said...

Increíblemente hermosa y verdadera!!!

4:53 PM  

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