NO ME LO PAGA DIOS
En la esquina de Nacozari y Convención,
en dirección al norte,
algunas mañanas
el semáforo y la suerte me detienen
y entre las filas de motores vienes tú,
Angélica,
a pedir limosna
con Antonio en brazos.
A la distancia tu cara inconfundible
es una grieta en la ciudad y en mí, hermana mía.
Con una gota de sofocación
observo ese rostro devastado por el fuego,
la piel seca,
achicharrada y retorcida
como el tronco de un árbol
que te hunde más el ojo izquierdo.
Te doy una moneda y no me miras.
Rehúyes las preguntas de mis ojos.
Acaricio la cabeza de tu hijo
y apenas balbuceas con timidez
Dios se lo pague.
No, Angélica,
no me lo paga Dios.
No me lo paga
aunque te diera mi pequeña fortuna
y regresara a pobre.
No me lo paga Dios, hermana mía,
aunque de veras mis acciones te dieran bienestar
toda la vida.
No me lo paga Dios, bella inocente,
porque él no tiene nada, absolutamente nada
que darme.
Es más pobre que yo
y tiene menos que tú.
A mí me queda
un poco de piedad y de vergüenza
y esta triste moneda,
pero él no tiene nada.
Tú posees un hijo y un remedo
de cara
y en cambio él es menos que la nada.
Para que el mundo ruede no lo necesitamos
y sin embargo su imagen no vive sin tus rezos.
Por eso estamos liberados de su carga, Angélica.
Si de verdad fuera tendría un peso insoportable
pues sería un ego poderoso
malhumorado y soberbio
que en todo lugar
y a cada instante
chasquearía los dedos
y habría una noche de diez años
o llovería sobre Atacama,
sorprendería incrédulos como yocon sus actos de magia
o mataría niños con bombas o de hambre
y destrozaría la carne con el fuego.
Algo así no es de cuerdos,
no se le ve razón, carece de sentido.
Su voluble carácter
y su ira rezandera
serían una amenaza de guerra permanente.
Sólo la voluntad hace justicia
y a nadie podemos reclamar lo que es tu rostro.
Sólo tenemos el azar y la Naturaleza.
Sólo tenemos esto.
Y ninguna voluntad los rige.
La chispa inicial los puso en movimiento
y ella misma obedece.
A diferencia de los dioses
la Naturaleza es humilde y paciente,
tiene límites,
no todo lo puede
y lucha con el azar y contra sí misma
cada mañana
como tú
como yo,
difícilmente se levanta a veces
de la cama,
sufre de melancolía,
se enferma y padece cólicos,
toma pastillas para los nervios
y se agota, tiembla
en cada esfuerzo
y hay días que todo le sale mal
y no puede hacer más que siameses.
Es verdad que la Naturaleza puso lumbre en tu rostro,
Angélica,
pero no pensó al hacerlo
ni fue su voluntad.
También te dio la opción
del agua
el dolor
el miedo
y un par de piernas
que no pudiste utilizar a tiempo,
en ese segundo de tu transformación
cuando de pronto se rompió el espejo.
La Naturaleza no sabe de justicia
porque no tiene forma de pensar
por sí mism
fuera de nuestros cerebros.
En cambio Dios no sería perdonable.
Un dios que te viera
se moriría de vergüenza
y lloraría su pequeñez en un baúl eterno.
El lunes por la mañana volveré al trabajo
y el azar tal vez me ponga nuevamente
en tu crucero.
Te miraré como tú me mirarás un día,
cuando muramos,
desde mí,
pues entonces seré tú
y me verás con el rostro achicharrado por el fuego.
Cuando me acerque a ti
no te olvides de darme la moneda
y de tocar el cráneo de mi hijo Antonio.
Al pasar el fresco metal por el quemado rostro
sabré que esa moneda salió de mi bolsillo un día.
No me lo paga Dios, hermosa mía.
*
La hebra en la tela
Flavio Hugo Ruvalcaba Márquez es mexicano y Doctor en Derecho. Ha cultivado los géneros de novela, cuento, ensayo, poesía y crónica cultural. Es autor de las novelas El descanso del cambio, Las alas del árbol y La purísima desnudación de las notadas. La crónica cultural se ha reunido en la obra La lupa de Dalí. Su tesis doctoral se denomina Los dogmas y tabúes como fuentes del Derecho. Ha publicado poesía bajo el título La hebra en la tela. flamarel-8@hotmail.com
1 Comments:
Increíblemente hermosa y verdadera!!!
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