LAS GUERRAS
Nada impide que los seres humanos nos matemos.
Matar es sencillo, sí, extraordinariamente sencillo.
Bastan las manos, un revólver y un simple pretexto:
la economía, la religión, el nacionalismo.
La economía y todos los césares del poder
son desde tiempos remotos matadores expertos
que igual ofrecen a la víctima un hambre cortés
que convocan las leyes para su fusilamiento.
Las religiones destilan vocación para matar.
En sus bondades pregonan que ganamos el cielo
si nos morimos por el dios que en cada cielo está
o si matamos en su nombre para defenderlo.
Las bombas del nacionalismo también son sagradas.
No dudan ni se arrepienten de los miles de muertos
porque la soberanía, las fronteras, las razas
merecen sobradamente el mayor de los respetos.
Nada impide que los seres humanos nos matemos.
Matar es sencillo, sí, extraordinariamente sencillo.
Bastan los ambiciosos, los estúpidos perversos
y una Humanidad clavada en la cruz del dogmatismo.
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