TINA DE HOTEL
Solo
a novecientos kilómetros de mi casa
una tina de hotel
me lleva a navegar.
Entro al calor como salí del parto.
Siento otra vez las burbujas hundirme sus lengüetas.
Las costillas se rehacen una a una
y un zumbido de insectos contamina.
Es manca la mano que no toca mi puerta.
El agua es cálida y dúctil,
sorprendentemente dúctil.
Tiene una proa y un mapa de navegación.
Sentirla reconforta.
El agua escucha y habla
el dique universal de los sentidos.
La palpo y obedece
con un arrullo tierno y agridulce, agradable,
sobre un babor a un estribor
bien afianzados.
En una tina de hotel en esta noche
repito la historia antigua de los humanos
que se sienten cómodos,
navegables,
cuando se vuelven islas
ancladas a su casa.
Ya no estoy solo:
soy una isla
dentro de una matriz
que me nutre y me circunda.
*
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