LOS CHANGOS
Hoy estoy de buenas
y les diré lo que es el Tiempo.
No me llevaré más que unos minutos.
A ustedes develaré su misterio
pero les pongo una condición: no me apresuren.
Primero diré lo que no es ni puede el Tiempo:
No es un color ni una forma ni una idea ni un objeto
ni un sabor, ni un olor ni una temperatura;
no pude vestirse ni ponerse zapatos,
no come, no duerme, no vuela en avión,
no cae ni retrocede ni sube ni baja ni camina
ni sabe pensar ni habla ni decide
ni lee, ni pide la hora;
no cuenta los minutos
no nace ni se transforma y nunca muere;
tampoco tiene cuerpo ni es espíritu.
Ahora paso a decirles algunas de sus advocaciones:
En la mañana es una prisa por llegar a la escuela,
a las fábricas o al aeropuerto;
a mediodía es una velocidad inmoderada en la autopista
y una lentitud desafiante en las tortugas;
y por la noche es una meditación,
una somnolencia, una desconexión.
Entonces, como podemos concluir,
tiene tres características:
es material, es relativo y es plural.
El Tiempo es materia porque resulta la velocidad
de los cambios en la Naturaleza.
Es relativo porque cada cambio lleva su propia velocidad.
Y es múltiple porque hay varias formas temporales.
El Tiempo no existe dentro de un árbol o una piedra,
pero cada ser está en el Tiempo.
Para las cosas, Parménides tenía razón: nada se mueve.
Para las conciencias Heráclito dice la verdad: todo cambia,
el cambio es permanente,
ergo, el Tiempo existe.
Así entonces, fieles amigos míos,
hoy, que estoy de buenas y que he desayunado sin prisas,
que me siento contento y satisfecho, extrovertido,
les doy esta definición:
El Tiempo es la velocidad con que se percibe el cambio en una multiplicidad de sujetos
que ocupan un espacio en la Naturaleza.
Cada sujeto capta el Tiempo en sí, que nunca es único.
Por lo tanto el Tiempo no es una singularidad
ni un absoluto,
ni una idea,
sino al contrario: es la pluralidad de la Naturaleza,
su relativismo intrínseco lo supo Einstein
pero ya lo sabían los gatos
que viven en dos lustros
los noventa años de los humanos,
y lo saben las mariposas que en cuatro meses
son también crisálidas y orugas
y viven la vida extensa de los humanos,
y lo saben los colibríes que ven el vuelo exacto de sus alas
y lo saben las moscas que en unos cuantos días
pasan su adolescencia y mueren de vejez.
Amigos míos, hagamos esta prueba:
aventémosle con fuerza un cacahuate a un chango,
verán que lo atrapa con una precisión sorprendente,
pero no hay nada sobrenatural ni truco alguno:
ante su rápido lanzamiento
el chango percibe lento el proyectil,
el cacahuate le llega como un barco que flota.
Ya no se sientan mal, mis caros compañeros,
cuando los burlen las moscas:
ante sus alas el matamoscas es demasiado lento;
la venganza será decirles: son rápidas y morirán pronto.
Para quienes viven menos que los humanos
los cambios de nuestras cosas son más lentos.
Para quienes viven más que los humanos,
como las tortugas marinas,
los hombres somos rápidos
y morimos pronto.
Existe, pues, el tiempo psicológico.
Pero me tengo que retirar, amigos,
hoy ya no estoy para discursos,
pues tengo un compromiso,
voy de prisa, no quiero llegar tarde;
me despido de todos esperando
no haberles aburrido.
Agradezco a cada uno
la bondad de su paciencia
durante estos minutos en que ha cambiado todo, todo,
en que cada quien lleva la impronta de su velocidad.
En unas horas será diez de diciembre.
En unas horas transcurrirán cien años.
En unas horas, apenas unas horas,
alguien recordará que alguna vez viví.
Y en apenas unas horas
este planeta azul será un comal opalescente.
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