EMBARAZO
Desde mi cómodo sillón de hombre
observo los agobios de una embarazada.
Su pequeñito cuerpo
se agiganta
y ha fecundado un dócil mundo
que ya gira en su pretil redondo.
Pienso en la ecuación
de la gota que divide y se duplica
y que revienta un río
que se hace mar
y lo desborda.
Es duro llevar un peso así,
duro para moverse,
dormir, comer y trabajar.
Pero sobre todo
pienso en lo extenuante
de saberse un cáliz
que lleva en su concavidad
toda la vida.
Nueve meses son demasiado tiempo
para la redención
de cualquier forma o grado de placer,
si es que lo hubo.
Nueve meses son demasiado tiempo
para que un dios
salvaje y prejuicioso
cegado por la envidia
buscara compensar.
Pero a los varones,
a los frágiles y comodinos y felices varones,
¿qué podrá redimirnos?
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