EN EL PEOR DE LOS INSTANTES
(El autor y Elías Ruvalcaba, en el Museo Taurino de la Ciudad de México, la tarde del 14 de noviembre de 2008)
He fracasado en todo, menos en la vidaElías Ruvalcaba
En el peor de los instantes,
cuando la vida es la ronca hiena
que ríe sobre los húmeros
y de arenisca de nervios y neuronas
hace una orgía en rápida abrasión;
cuando en la seca arena a toda prisa
se ha rezumado la última esperanza,
siempre hay un resto que no nos abandona:
el Sol que camina tras la noche,
una montaña de místicas cavernas,
el libro aquel que murmura sus ancestros,
el aire pacientemente leal y vigoroso,
un recuerdo de seres que quisimos
o esos tactos en cálida lejía,
o tal vez, con un poco de suerte,
el brazo como un ojo como un labio
que con débiles residuos
hace de la sed un lanzallamas.
Podemos perderlo todo, todo:
la salud, el amor, la fortuna, la esperanza,
pero aun en el peor de los instantes,
en el segundo más perro y asesino,
en el momento más cruel y desalmado,
siempre conservaremos con nosotros algo,
un as bajo la manga, un leño que a nadie más
que a nosotros pertenece
para darle de trancas a la vida. En el peor de los instantes, en el momento más cruel y desalmado, todavía nos queda disponible, íntegro y letal, el último placer de nuestra vida.
En el peor de los instantes,
cuando la vida es la ronca hiena
que ríe sobre los húmeros
y de arenisca de nervios y neuronas
hace una orgía en rápida abrasión;
cuando en la seca arena a toda prisa
se ha rezumado la última esperanza,
siempre hay un resto que no nos abandona:
el Sol que camina tras la noche,
una montaña de místicas cavernas,
el libro aquel que murmura sus ancestros,
el aire pacientemente leal y vigoroso,
un recuerdo de seres que quisimos
o esos tactos en cálida lejía,
o tal vez, con un poco de suerte,
el brazo como un ojo como un labio
que con débiles residuos
hace de la sed un lanzallamas.
Podemos perderlo todo, todo:
la salud, el amor, la fortuna, la esperanza,
pero aun en el peor de los instantes,
en el segundo más perro y asesino,
en el momento más cruel y desalmado,
siempre conservaremos con nosotros algo,
un as bajo la manga, un leño que a nadie más
que a nosotros pertenece
para darle de trancas a la vida. En el peor de los instantes, en el momento más cruel y desalmado, todavía nos queda disponible, íntegro y letal, el último placer de nuestra vida.
*
<< Home