La hebra en la tela

Flavio Hugo Ruvalcaba Márquez es mexicano y Doctor en Derecho. Ha cultivado los géneros de novela, cuento, ensayo, poesía y crónica cultural. Es autor de las novelas El descanso del cambio, Las alas del árbol y La purísima desnudación de las notadas. La crónica cultural se ha reunido en la obra La lupa de Dalí. Su tesis doctoral se denomina Los dogmas y tabúes como fuentes del Derecho. Ha publicado poesía bajo el título La hebra en la tela. flamarel-8@hotmail.com

Tuesday, November 01, 2005

QUÉDATE ASÍ

Mujer de mi consciente sueño,
quédate así, inmóvil para siempre
en este segundo en que te admiro.
La tierra es negra y fría y bramas como el fuego.
Quédate así, así,
como una estatua de mármol helénico
o como posas en el ancla terrestre
de una fotografía.
Quédate así, alta y entallada y sin arrugas,
más hermosa que Tonantzintla o Dresden o Madrid
o que un aria de Puccini
frente a las olas sincopadas
del Océano Pacífico.
Quédate así, con ese rostro
memorable y fresco
que sólo Modigliani y San Juan Diego
lograron inventar.
Con ese ágil y danzante cuerpo
que recuerda inevitablemente
la esbeltez de los volcanes
que enamoran a México
y las ondulaciones litúrgicas de la costa caribe
de un país extranjero.
Quédate así, amada mía,
quédate así.
Que no te cambie el tiempo.
Que nunca más los años te transformen
ni Darwin ni Comte ni el río de Heráclito.
Que seas la flecha en el sólido aire de Parménides.
Bella y sana y joven recordarte quiero
con las uñas pintadas
y en un anuncio de televisión el pelo
y los tacones altos
y el plano vientre al descubierto,
así, así,
en esas blusas bicéfalas e hipnóticas
y en los vestidos cortos y ligeros.
Semíramis, Cleopatra, Beatriz, Brigitte y Dulcinea:
con sus nombres se amasija el yeso
de tu existencia intacta,
siempre tú,
mujer niña,
mujer barro, caña, casa, urna
mujer lumbre
mujer hambre, hambre, hambre,
mineral que salva los puentes de mi sexo
y las costillas.
Y si acaso no es posible
que la sorda existencia
pueda concederme el oro inoxidable de tu estro
pido morir pronto,
exijo morir ya
para no ser testigo de ninguna crueldad sobre tu cara
ni de la guerra sucia hacia tu cuerpo.
Para que tu perfecta imagen
que me hizo insomne y adorarte y ver a Dios
perdure inmaculada en los siglos eternos
de este instante
en que todos los hombres te miramos
y a cada uno y todos juntos,
pasados, actuales, venideros,
desde el árbol genitivo
de lo Bello,
del Amor
y el Deseo,
tú nos ves.

*