La hebra en la tela

Flavio Hugo Ruvalcaba Márquez es mexicano y Doctor en Derecho. Ha cultivado los géneros de novela, cuento, ensayo, poesía y crónica cultural. Es autor de las novelas El descanso del cambio, Las alas del árbol y La purísima desnudación de las notadas. La crónica cultural se ha reunido en la obra La lupa de Dalí. Su tesis doctoral se denomina Los dogmas y tabúes como fuentes del Derecho. Ha publicado poesía bajo el título La hebra en la tela. flamarel-8@hotmail.com

Monday, November 27, 2006

CARRETERA 45 NORTE

(Diversas imágenes de la carretera 45 norte, conocida como Panamericana, en territorio de Pabellón de Arteaga, Aguascalientes, México. Fotografías tomadas el sábado 24 de enero de 2009)
Voy sobre el pavimento como por la vida llevado en dos ruedas que paren salamandras. Creo creer que existe el movimiento. Algo se mueve cuando los cerros cambian. Los kilómetros viven en la 45 Norte. Los he visto de cerca desde que yo era un niño y dormía bajo la Luna de la casa de La Mora y por las tardes reptaba en los mezquites del rancho del abuelo en la ex hacienda. Los kilómetros son altos pero desgarbados, pastan en grandes manadas, acostumbran dormir de pie y juegan a las escondidillas con su pésimo humor. Voy sobre el movimiento como por la vida llevado en dos ruedas que paren salamandras. Los kilómetros de la 45 Norte son particularmente traviesos, inestables, hacen filosofía de curvas y columpios y les gusta salirse como Pedro por su casa con el domingo siete de que el espacio también está regido por la antigua y respetable Ley de la Relatividad. Voy por el pensamiento como por la vida llevado en dos ruedas que paren salamandras. *

LA HEBRA EN LA TELA

Si existieran los dioses qué aburrido sería. Si fuéramos el hilo de un determinismo, qué fácil y qué simple nuestra complicación. Todo estaría resuelto milimétrica e inexorablemente con varios meses de anticipación, incluso antes de que naciéramos. Sólo tendríamos que dedicarnos a no hacer a no pensar no decir nada no reclamar nada. Pero tal vez así no naceríamos: los dioses no tolerarían algo tan imperfecto. En cambio solos, bien solos por el mundo con esta libertad como este viento de peligrosas proas criptovitadas como un macizo de rosas y de púas que brotan y crecen en su libre albedrío, estamos tejiendo hebra con hebra, segundo a segundo, espacio tras espacio, la superficie irregular e impredecible de nuestra humana tela. *