La hebra en la tela

Flavio Hugo Ruvalcaba Márquez es mexicano y Doctor en Derecho. Ha cultivado los géneros de novela, cuento, ensayo, poesía y crónica cultural. Es autor de las novelas El descanso del cambio, Las alas del árbol y La purísima desnudación de las notadas. La crónica cultural se ha reunido en la obra La lupa de Dalí. Su tesis doctoral se denomina Los dogmas y tabúes como fuentes del Derecho. Ha publicado poesía bajo el título La hebra en la tela. flamarel-8@hotmail.com

Tuesday, January 30, 2007

AMANECE

(Fotografías tomadas desde el balcón de la casa del autor la madrugada del viernes 9 de enero de 2009)
Amanece. Por sobre las casas oscuras y los árboles una tetera frágil comienza a borbollar. Amanece. La ciudad endereza sus áridos alambres. Arriba la noche se resiste, hace pucheros. La Luna es un ensayo, apenas una niña. Amanece. Las estrellas palpitan en el profundo tórax. La Tierra renace mientras los gallos cantan. La casa canta donde la luz se enciende. Alguien existe cuando el incendio estalla en una pirotecnia de Leonardo Nierman y en el caldo de soles de Felguérez. Amanece.
Amanece. *

Monday, January 22, 2007

LOS ÁRBOLES

(Vegetación típica del altiplano mexicano. Fotografía tomada a contraluz el 3 de enero de 2009) (Un mezquite rodeado de huizaches, cactáceas y pastizal típicos del oriente del Estado de Aguascalientes, México. Imagen tomada la tarde del 3 de enero de 2009) Los árboles son la sustancia antípoda a nosotros, la más diferente, nuestra antítesis dialéctica. Ni siquiera de las ostras nos hallamos tan lejos. Todos están fijos como por un clavo, odian andar y evitan los aviones; nosotros tenemos la libertad de los caminos que es la desgracia de los ingenuos y de los extraviados. El hombre piensa y habla rápido, al instante; los árboles meditan durante cien años y hablan y cantan hasta después de muertos. Los humanos soñamos que soñamos; ellos se comen a los sueños y regurgitan hojas, flores, frutos o madera para la cuna de los niños, para los violines, los féretros, los libros. Los árboles sirven y son siempre buenos (lo dicen los pájaros); el hombre pretende servir y busca el Bien mas lo consigue poco a poco, de vez en cuando, a regañadientes, y una vez muerto no ayuda casi nada. Los árboles se pulsan uno solo, siempre el mismo, aunque son muchos en el bosque; en cambio, los humanos sentimos un yo rodeado de diversos, a pesar de ser Uno, sólo uno, refractado en los otros. La soberbia nos asemeja a Dios, nos emparienta (lo que no le provoca ninguna gracia); los árboles son simples, humildes, y de Dios no tienen la mínima opinión a pesar de ser sabios y de linaje antiguo. Los hombres comen carne y beben sangre; los árboles toman agua, sólo agua, y comen tierra, un poco de tierra. Pero la mayor diferencia, la más extraordinaria, es que los árboles son felices todo el tiempo sin engaños, sin hipocresías, sin frivolidades, no saben de egoísmo, de soberbia ni de miedo y por sus ramas suelen reírse de sí mismos. Los árboles son la sustancia antípoda a nosotros, la más diferente, nuestra antítesis dialéctica. La historia de la Humanidad, su ética y axiología, ha sido su inmensa lucha por convertirse en árbol. Si de verdad es, si Dios realmente existe, es preciso, justo y necesario que se parezca a un árbol. *

Friday, January 19, 2007

PAISAJE TERRITALISTA II


Hay un fantasma real en cada hombre.
Hay algo indivisible y un destello
en el numen biológico de los humanos.
Un fantasma habita nuestro cuerpo
desde que la Tierra es redonda como Tierra
y este yo personal es un cerebro.

Hay un fantasma mineral
en la tabla periódica de los elementos.
Hay un fantasma fiel y filosófico
que es el verdadero rostro del espejo,
el que lo ve todo detrás de las paredes
y en cualquier lugar siempre es el centro,
solitario y profundo, vidrioso, fungible,
insomne, omnímodo, mudo e imperfecto.
Hay un fantasma común que nos hermana
y es el Uno en el espacio y en el tiempo.


*

Tuesday, January 09, 2007

LA POESÍA

(Mascarilla mortuoria de Amado Nervo, fallecido el 24 de mayo de 1919 en el Parque Hotel de Montevideo, Uruguay; fue realizada por el escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín, directamente del rostro del poeta. Esta es una de la diez mascarillas que el artista reprodujo del yeso negativo. Fue adquirida en 2001 en la Ciudad de México. Conserva la pátina que le fue aplicada. A finales del siglo pasado el original llegó a manos de Octavio Paz, sin que se conozca actualmente su destino)

(Mascarilla mortuoria de Amado Nervo, fotografiada en tres cuartos de perfil izquierdo)

La poesía
es la belleza
de la conversación
de las ideas.

Sin conversar
las palabras
cruzan los puentes
derrotadas.

Sin ideas
la conversación
es solamente
un moscardón.

La poesía
es la fiesta
onomástica
de las ideas.

La poesía
es la gala
de la conversación
enamorada.

*

Monday, January 08, 2007

LA CASA

(Un árbol pétreo como roca verde)
La casa es una nube sólida. El Sol asciende por la escalera a recorrer el día. Hay un reloj de larga cuerda con un sordo tic tac en las paredes. La casa es el ancla de los ideales, los mantiene a flote y fija al mundo. Tiene la consistencia de las minas de hierro. La casa es la materia más dura y perdurable, la más invencible. Por eso la habitan los fantasmas y la prefieren los sueños, los niños, el recuerdo. Amamos la vida y nos duele la muerte cuando la casa es fresca y ventilada, se barre con facilidad, tiene impermeabilizante en puertas y ventanas y hace de la noche un camposanto. La casa es el único invento que respetan los pájaros. *

Friday, January 05, 2007

LA FELICIDAD

(Típica imagen de alguien que se ríe de sí mismo, en su ignorancia y ante las adversidades de la vida. En la pared occidental se observa la pajarera a que puntualmente acuden por las mañanas los alegres visitantes de la casa) Docto señor era Aristóteles cuando afirmaba que la felicidad consiste en la virtud en práctica y en tener una reserva de bienes suficientes que nos hagan magnánimos y más independientes. Su lógica, la sindéresis, me parecen correctas y suscribo sin ambages estas sabias propuestas. Pero mantengo dudas de si son suficiente la felicidad reclama algo más de las mentes. No todos los seres virtuosos son siempre tan felices y algunos sienten su vida unamunamente triste. Otros hacen de la virtud la celda del temor y practican el bien sólo para la premiación. A pesar de todos los dones que canta en su laúd hay infelices virtuosos en plena juventud. El dinero no garantiza la buena existencia ni nos quita el dolor, el hartazgo o la tragedia. Y en el extremo observamos curtidos pecadores que van por el curvo mundo contando sus primores sin que ninguna autoridad familiar o eclesiástica los convenza que el pecado es la tristeza del alma. Por lo tanto, hay algo en el motor de nuestras vidas que fue impenetrable al examen del estagirita. Pensemos al revés: sabemos que la infelicidad tiene tres bocas: el miedo, el egoísmo, la vanidad. La felicidad depende de las tres coyunturas. Esas apetencias no duermen, no descansan nunca, piden noche y día, como el estómago de un ogro, abriendo y cerrando, cerrando y abriendo su antojo. Es inútil detenerlas pues son naturaleza y la civilización les da mayor consistencia. No es posible desaparecer esas tercas hambrunas pero sí podemos luchar contra sus desmesuras: morigerar el miedo, la vanidad, el egoísmo, y sobre todo, reír siempre de nosotros mismos. Docto. señor era Aristóteles, no cabe duda. Su Ética a Nicómaco es estar entre columnas. *

Wednesday, January 03, 2007

TINA DE HOTEL

Solo a novecientos kilómetros de mi casa una tina de hotel me lleva a navegar. Entro al calor como salí del parto. Siento otra vez las burbujas hundirme sus lengüetas. Las costillas se rehacen una a una y un zumbido de insectos contamina. Es manca la mano que no toca mi puerta. El agua es cálida y dúctil, sorprendentemente dúctil. Tiene una proa y un mapa de navegación. Sentirla reconforta. El agua escucha y habla el dique universal de los sentidos. La palpo y obedece con un arrullo tierno y agridulce, agradable, sobre un babor a un estribor bien afianzados. En una tina de hotel en esta noche repito la historia antigua de los humanos que se sienten cómodos, navegables, cuando se vuelven islas ancladas a su casa. Ya no estoy solo: soy una isla dentro de una matriz que me nutre y me circunda. *

Tuesday, January 02, 2007

LAS GUERRAS


Nada impide que los seres humanos nos matemos.
Matar es sencillo, sí, extraordinariamente sencillo.
Bastan las manos, un revólver y un simple pretexto:
la economía, la religión, el nacionalismo.

La economía y todos los césares del poder
son desde tiempos remotos matadores expertos
que igual ofrecen a la víctima un hambre cortés
que convocan las leyes para su fusilamiento.

Las religiones destilan vocación para matar.
En sus bondades pregonan que ganamos el cielo
si nos morimos por el dios que en cada cielo está
o si matamos en su nombre para defenderlo.

Las bombas del nacionalismo también son sagradas.
No dudan ni se arrepienten de los miles de muertos
porque la soberanía, las fronteras, las razas
merecen sobradamente el mayor de los respetos.

Nada impide que los seres humanos nos matemos.
Matar es sencillo, sí, extraordinariamente sencillo.
Bastan los ambiciosos, los estúpidos perversos
y una Humanidad clavada en la cruz del dogmatismo.

*