La hebra en la tela

Flavio Hugo Ruvalcaba Márquez es mexicano y Doctor en Derecho. Ha cultivado los géneros de novela, cuento, ensayo, poesía y crónica cultural. Es autor de las novelas El descanso del cambio, Las alas del árbol y La purísima desnudación de las notadas. La crónica cultural se ha reunido en la obra La lupa de Dalí. Su tesis doctoral se denomina Los dogmas y tabúes como fuentes del Derecho. Ha publicado poesía bajo el título La hebra en la tela. flamarel-8@hotmail.com

Saturday, July 11, 2009

SI VOY AL MAR


Si voy al mar
no sólo ante mi vista el mundo se transforma:
yo cambio también inevitablemente.
Ante la dura inmensidad del océano
la tierra es una isla
que en nubes se colapsa y en tardes de arlequín iza su vuelo. Bajo la brisa pálida
hace del cielo el agua apetecible,
y el agua es una estrella
que se colgó del cielo
y pule con sus olas
los pólipos del mar.
En esa subversión de la existencia
yo, con nombre y apellido y una historia,
habitante de un lugar de tierra adentro y que hube de bajar el tobogán de la montaña, ya no soy el que fui,

ya no seré quien soy:
soy otro eclipse,
soy esta sombra,
una extraña conjunción que se refleja
en ojos y sentidos y memoria
de cielo, tierra, fuego y mar.
Si voy al mar
ya no soy el que fui.



*

EL LÍQUIDO INCENDIO


Entre las sombras de la noche intensa
pulso tu cuerpo en sábanas cubierto
aprisionado en libertad y abierto
a las palabras de mi lengua densa.

Entre la noche de tu sombra abierta
calcan las sábanas el cuerpo intenso
en la prisión de mi boca, tan denso
como una isla recién descubierta.

Entre tu sombra y mi cuerpo y esta noche
hay los oleajes que el mar imagina,
hay esta forma de amar como un broche,

una abundancia vital, cristalina,
y entre los sexos calor en derroche:
líquido incendio del faro y la mina.



*


(Los primeros seis versos de este soneto son endecasílabos sáficos, los ocho siguientes de gaita gallega, forma cultivada en castellano desde el siglo XIV, hoy un tanto en desuso; el segundo verso, a elección del lector, puede también leerse como enfático. De este modo, el cambio de ritmo pretende crear una tensión sonora a lo largo del poema que abone a la intensidad del contenido. El soneto, siendo un pequeño universo en sí mismo, exige que el último verso tenga la contundencia suficiente para cerrar el ciclo; espero haber cumplido con tal expectativa).