La hebra en la tela

Flavio Hugo Ruvalcaba Márquez es mexicano y Doctor en Derecho. Ha cultivado los géneros de novela, cuento, ensayo, poesía y crónica cultural. Es autor de las novelas El descanso del cambio, Las alas del árbol y La purísima desnudación de las notadas. La crónica cultural se ha reunido en la obra La lupa de Dalí. Su tesis doctoral se denomina Los dogmas y tabúes como fuentes del Derecho. Ha publicado poesía bajo el título La hebra en la tela. flamarel-8@hotmail.com

Tuesday, April 15, 2008

MARILYN MONROE



Cuando era niño, lo recuerdo,
no me gustaba del todo
esa sonrisa con huellas de mujer.
Me parecía una mamá
ocupando el tiovivo de la fiesta.
Pero apenas unos años después
mis remilgos se fueron por la borda,
y esa sonrisa rubia,
hija del rojo y de las uvas
y de un saxofón tocado desde el cielo,
tuvo su fiesta en mí.
Ahora, que me sobran unos años
de los que entonces llevaba
la fiesta de manzanas

de aquella mamá,
he comprendido a plenitud
y sin reservas
que esta vida,
tal como la percibo,
así como tanto la disfruto,
no sería igual sin esa fiesta

donde un ángel sonríe
y baila el mundo.


*

Tuesday, April 08, 2008

LA SOMBRA DE HIDALGO

(Fachada del Museo de la Insurgencia, donde aparece el Profr. Ricardo Esparza, su director actual)

(Araucaria bidwillii dentro del Museo de la Insurgencia, en Pabellón de Hidalgo, Aguascalientes, México)

En Australia el audaz encomendero
encontró lo profano y unas piñas
que sembró con sus manos en la esquina
de un patio que baja desde el cielo.

Con los años el árbol fue creciendo
bendecido por tierras nutritivas,
este sol, estas aguas, este clima,
hasta ser lo que es: un hidalgueño.

En las tardes alumbras con tus pájaros.
Muchos verdes has puesto a las mañanas.
Una sombra tuviste para Hidalgo.

Cada día desciende de tus ramas
esa sombra boreal que es un milagro,
el milagro de ser una araucaria.



*

(Este poema está inspirado en un ejemplar de araucaria de la especie bidwillii que se alza majestuoso en la esquina suroeste del patio central del Museo de la Insurgencia, en el poblado de Pabellón de Hidalgo, Aguascalientes; en ese lugar estuvo el Padre de la Patria los días del 24 al 26 de enero de 1811, y allí fue despojado del mando del ejército insurgente, cargo que recayó en Ignacio Allende. Estos árboles son originarios del sureste de Queensland, Australia, y las tribus primitivas los consideraban sagrados, siendo conocidos con el nombre de bunya o bunya-bunya. El nombre bidwillii se impuso en honor del jardinero inglés John Carne Bidwill. Se han detectado ejemplares de más de 600 años de edad, y pueden crecer hasta 50 m. Se reproducen mediante la unión de sus conos o piñas masculinas y femeninas. En México sólo se tienen detectados unos cuantos ejemplares de esta especie. En cuanto a la forma, se trata de un soneto endecasílabo con rima asonante, encadenamiento tradicional y ritmo melódico en cada uno de sus catorce versos. El octavo contiene un hiato).

Monday, April 07, 2008

AUNQUE ME HINQUE



Intensa mujer de mis cansados labios
tápate los oídos,
no escuches y no mires.
Hay un dragón humeante silbando en tu ventana.
Hay un nahual atroz rondando tus esquinas.
Hay un demonio gris
que te persigue.
Intensa mujer de mis perdidos ojos
sacúdete las piernas y huye lejos,
corre lejos, lejos
para que no te alcance el reclamo

de mis monstruos
ni su vaho persistente
ni el resuello
de su tosca pasión mal atendida.
No hagas caso a este amor, aunque me hinque,
bella mía,
aunque ponga mis dos manos
palma a palma.
No quiero que escuches mis requiebros,
tápate los oídos,
atranca las orejas con firmeza,
no me dejes entrar, yo te lo ruego,
aunque me desgañite
y lo pida por Dios y por mi madre,
cierra tu corazón con diez aldabas,
no dejes un resquicio, nada, nada abierto,
ponle mastique a los cristales
y una sábana vieja al hueco de la puerta,
no me dejes entrar, amada mía, te lo suplico,
no me dejes pasar, hermosa mía,

aunque me hinque,
pues si lo haces
echarás a perder toda tu vida
porque entonces yo seré tu raíz y tu avena
y el ángel de tu casa
y vivirás como loca todo el tiempo
y pensarás que ser feliz es muy sencillo
y llorarás en mi tumba cuando muera.



*

Friday, April 04, 2008

EL VIENTO


El viento vuela,
sus alas son el cielo
y las palmeras.


*

ALFREDO STAMATIO


Hoy supe que moriste, amigo Alfredo,
y yo recuerdo, generoso jefe,
cuando una mañana el duelo nos juntó
aquel septiembre de los sismos
caminando en los escuálidos jardines
de La Ciudadela.
Tu sapiencia política
tuvo en mí su discípulo
pero no fui el mejor.
Pragmáticas ideas y teóricos ejemplos
son tu herencia
y somos muchos tus herederos.
Pero a mí me regalaste, bondadoso jefe,
una de tus frases ese día:
Hugo, —me dijiste mientras veíamos en el suelo
la sombra del polvo disfrazar la ciudad—,
las aguas tienen memoria,
y el lago de Texcoco
algún día regresará
y nadaremos otra vez, sobre las casas.
Al concluir tu reflexión el paso detuviste
como sorprendido por las ideas.
Hoy, que supe de tu muerte,
quiero recordarte en esa frase.
Tal vez tu vocación nunca fue de profeta
y nadie quiere que vuelvan los lagos.
Pero esa imagen que tus palabras crean
te cambió definitivamente:
ya no fuiste sólo el político,
mi preceptor en aquellas oficinas
a punto del colapso
de la Secretaría de Gobernación,
en Río de la Loza:
a partir de entonces eras también filósofo,
y en esa condición legaste para mí
este recuerdo.
Tu muerte se anticipa.
La tierra reclamó tu cuerpo.
Pero yo también tengo derecho a reclamar
tu retorno a este valle,
pues los cuerpos también tienen memoria.



*


(Este poema está dedicado a la memoria del licenciado Alfredo Stamatio López, quien fue Director de Coordinación con el Registro Civil de la Dirección General del Registro Nacional de Población de la Secretaría de Gobernación, en la época de los terremotos que sufrió la Ciudad de México los días 19 y 20 de septiembre de 1985. Nuestras oficinas se localizaban en un edificio de diez niveles en la avenida Río de la Loza, que a duras penas resistió el embate de la naturaleza; a unos cuantos metros había quedado sobre la calle la gigantesca antena de la empresa Televisa. Mi cargo era el de Jefe del Departamento de Estudios Legislativos. El licenciado Stamatio era un político profesional, serio, de un carácter noble, previsible, por lo que se ganó el respeto y el cariño de sus subordinados. Había sido Delegado Político en Cuauhtémoc, la delegación del Distrito Federal más importante en ese tiempo, cuando el regente era el profesor Carlos Hank González. Después de su paso por la Secretaría de Gobernación habría de tener otros desempeños importantes en las secretarías de Turismo, y de Agricultura y Ganadería, así como en otras dependencias federales y estatales. La anécdota que se narra es enteramente verídica; unos días después de los sismos fuimos reubicados en La Ciudadela, un histórico edificio cercano a la avenida Río de la Loza, donde difícilmente podíamos concentrarnos para realizar nuestro trabajo. Una mañana el licenciado Stamatio y yo nos encontrábamos caminando sin rumbo por los pasillos del jardín que se encuentra en el ala sur, junto a un acceso al metro Balderas; la zozobra y el dolor ante el tamaño de la tragedia nos pasmaba. Fue allí donde me externó esa idea que ahora rescato. Al momento se me hizo original y de una extraña belleza, tal vez por esa sensibilidad a flor de piel que en esos días se posesionó de todos los capitalinos, ante la magnitud del desastre. El día de hoy supe en voz de mi hermano Sergio Elías Ruvalcaba que el licenciado Stamatio falleció en su casa de Puebla, víctima de un cáncer).