La hebra en la tela
Flavio Hugo Ruvalcaba Márquez es mexicano y Doctor en Derecho. Ha cultivado los géneros de novela, cuento, ensayo, poesía y crónica cultural. Es autor de las novelas El descanso del cambio, Las alas del árbol y La purísima desnudación de las notadas. La crónica cultural se ha reunido en la obra La lupa de Dalí. Su tesis doctoral se denomina Los dogmas y tabúes como fuentes del Derecho. Ha publicado poesía bajo el título La hebra en la tela. flamarel-8@hotmail.com
Tuesday, August 23, 2005
JARDÍN EXTRAVASADO RUEDA HERBOLARIA
Jardín extravasado rueda herbolaria
Enfilas a mi puerto cuando abres las alas
Y hundes tus raíces en mis venas de playa
Cuando sueltas amarras y vienes de lejos
Y navegas un árbol por la noche morada
Jardín trashumante rueda fresca y potente
Agito los mares y el volumen emerge
Ya veo tu velamen desde mi faro ausente
Y los dos somos lodo en la orilla arbolada
Te amo por eso sin pensar en la muerte
Me tienes al mirarme en el fuego y el agua
Los dos somos oro en el aire del agua
El glauco silencio que las noches estalla
Benditos los insomnios también porque conozco
La casa sin paredes donde vive tu alma
Viajera inconclusa labradora en la arcilla
Soy tu voz errabunda que mi cuerpo destila
Eres los desquiciantes minutos de visita
Las ruedas de la noche atmósfera preñada
En mí desembarcan los huesos de tu quilla
Jardín peregrino aritmética silvestre
Canal que trasplanta tu vulva en mi mente
Mujer que aprisiona mi pez en tus redes
Por ti late mi mundo por ti crota la vida
Por ti zarpa la Tierra navegablemente.
*
Thursday, August 04, 2005
NO ME LO PAGA DIOS
En la esquina de Nacozari y Convención,
en dirección al norte,
algunas mañanas
el semáforo y la suerte me detienen
y entre las filas de motores vienes tú,
Angélica,
a pedir limosna
con Antonio en brazos.
A la distancia tu cara inconfundible
es una grieta en la ciudad y en mí, hermana mía.
Con una gota de sofocación
observo ese rostro devastado por el fuego,
la piel seca,
achicharrada y retorcida
como el tronco de un árbol
que te hunde más el ojo izquierdo.
Te doy una moneda y no me miras.
Rehúyes las preguntas de mis ojos.
Acaricio la cabeza de tu hijo
y apenas balbuceas con timidez
Dios se lo pague.
No, Angélica,
no me lo paga Dios.
No me lo paga
aunque te diera mi pequeña fortuna
y regresara a pobre.
No me lo paga Dios, hermana mía,
aunque de veras mis acciones te dieran bienestar
toda la vida.
No me lo paga Dios, bella inocente,
porque él no tiene nada, absolutamente nada
que darme.
Es más pobre que yo
y tiene menos que tú.
A mí me queda
un poco de piedad y de vergüenza
y esta triste moneda,
pero él no tiene nada.
Tú posees un hijo y un remedo
de cara
y en cambio él es menos que la nada.
Para que el mundo ruede no lo necesitamos
y sin embargo su imagen no vive sin tus rezos.
Por eso estamos liberados de su carga, Angélica.
Si de verdad fuera tendría un peso insoportable
pues sería un ego poderoso
malhumorado y soberbio
que en todo lugar
y a cada instante
chasquearía los dedos
y habría una noche de diez años
o llovería sobre Atacama,
sorprendería incrédulos como yocon sus actos de magia
o mataría niños con bombas o de hambre
y destrozaría la carne con el fuego.
Algo así no es de cuerdos,
no se le ve razón, carece de sentido.
Su voluble carácter
y su ira rezandera
serían una amenaza de guerra permanente.
Sólo la voluntad hace justicia
y a nadie podemos reclamar lo que es tu rostro.
Sólo tenemos el azar y la Naturaleza.
Sólo tenemos esto.
Y ninguna voluntad los rige.
La chispa inicial los puso en movimiento
y ella misma obedece.
A diferencia de los dioses
la Naturaleza es humilde y paciente,
tiene límites,
no todo lo puede
y lucha con el azar y contra sí misma
cada mañana
como tú
como yo,
difícilmente se levanta a veces
de la cama,
sufre de melancolía,
se enferma y padece cólicos,
toma pastillas para los nervios
y se agota, tiembla
en cada esfuerzo
y hay días que todo le sale mal
y no puede hacer más que siameses.
Es verdad que la Naturaleza puso lumbre en tu rostro,
Angélica,
pero no pensó al hacerlo
ni fue su voluntad.
También te dio la opción
del agua
el dolor
el miedo
y un par de piernas
que no pudiste utilizar a tiempo,
en ese segundo de tu transformación
cuando de pronto se rompió el espejo.
La Naturaleza no sabe de justicia
porque no tiene forma de pensar
por sí mism
fuera de nuestros cerebros.
En cambio Dios no sería perdonable.
Un dios que te viera
se moriría de vergüenza
y lloraría su pequeñez en un baúl eterno.
El lunes por la mañana volveré al trabajo
y el azar tal vez me ponga nuevamente
en tu crucero.
Te miraré como tú me mirarás un día,
cuando muramos,
desde mí,
pues entonces seré tú
y me verás con el rostro achicharrado por el fuego.
Cuando me acerque a ti
no te olvides de darme la moneda
y de tocar el cráneo de mi hijo Antonio.
Al pasar el fresco metal por el quemado rostro
sabré que esa moneda salió de mi bolsillo un día.
No me lo paga Dios, hermosa mía.
*
SOLIPSISMOS
(Fachada del palacio de los Condes de Heras y Soto, sobresaliente ejemplo del barroco novohispano, sito en la esquina de las calles República de Chile y Donceles de la Ciudad de México. El tono rojizo de las paredes lo proporciona el recubrimiento de piedra de tezontle. Actualmente es sede del Archivo Histórico de la Ciudad. Fotografías tomadas la mañana del lunes 2 de febrero de 2009)
(Imágenes de la dañada cabeza de la Victoria Alada, caída de la Columna de la Independencia durante el terremoto que azotó a la Ciudad de México la madrugada del 28 de julio de 1957. Se localiza en el zaguán del palacio de los Condes de Heras y Soto. Un nuevo ángel fue colocado en su columna e inaugurado el 16 de septiembre de 1958. En 2006 el monumento fue sometido a un mantenimiento que le devolvió el esplendor original)
Cuando pierdo la razón y quedo loco,
loco de hablar, alucinado, alunizado,
externo al tiempo y obtuso en el espacio,
me da por solipsismos.
Claramente siento que el mundo existe porque vivo yo.
Que nada habrá ni será cuando me muera.
Que esto que oigo y veo y gusto y toco y que olfateo
es simple potaje de la imaginación.
Pero la puerta cruje y entras en el loco
o es el loco quien sube a las dehesas.
Entonces, hasta entonces, esta insania se vuelve explicación
o de plano lo cuerdo se trastoca.
Cuando pierdo el sextante y quedo loco,
loco de hablar, sin libros ni conciencia,
me da por solipsismos.
Nítidamente, aritméticamente pienso que sólo existo yo,
nada más, nadie más,
que esta barahúnda de ser niño y aprender a leer
a reír
a escuchar la máquina de mi madre desmadejando el hilo
y las nubes y el Sol, la noche y los inventos,
la radio, las vacunas, la televisión
las escuelas
los automóviles
las fotografías de mi padre en el ferrocarril
y el llanto de mi madre en los rincones ante la tina del cáncer,
y su tumba
y crecer y crecer
para huir a la Ciudad de México en plena adolescencia
hasta volverme un hombre,
y Santa María la Ribera y su kiosko y el tranvía de Insurgentes,
la Plaza México, el Parque Hundido, la Narvarte, la Roma,
los domingos de futbol en el estadio de CU,
aquel concierto de Alfredo Zitarrosa
las canciones de Silvio y Pablo Milanés
y el eco entre columnas
y el barrio de San Juan Mixcoac que son los fresnos
que Octavio Paz oyó cantar
que son los pájaros que vio con hojas,
los maestros, las oficinas, las celebraciones
y mi boda y mis hijos,
los retratos,
y una y otra vez Aguascalientes,
el recuerdo,
todo, todo eso y más
son solamente sueño que sueña en otro sueño.
Pero abro los ojos y sobre las gárgolas del manicomio
te alzas tú,
algebraica y visible en la hornacina de luz,
más real que esta hipersensible sensación de mí,
erizada de túneles y espinas y símbolos remotos, tan remotos,
presocrática y voltaicamente socrática,
epicúrea
y estoica en un laberinto dual,
idealista
y solemne en tu materialismo,
onírica marxista
lúdica existencialista
y parca de dogmas en el universalismo,
sí, sí,
te yergues ante mí llena de druidas, vedas y papiros egipcios,
de cuñas babilónicas
epígrafes griegos
volúmenes sánscritos
profetas judíos
rollos del Mar Muerto
poetas árabes
germanas sinfonías
y vasijas nahuas,
empolvada en los estantes universitarios
y alegre y parlanchina en los congresos.
Estás allí, aquí, otra vez en la puerta, joven y hermosa
como siempre
en estos diez mil años,
dispuesta a rescatarme,
a regalarme
con tu ofrenda en las dos manos
que es una pregunta y su respuesta
que es otra pregunta sin respuesta
que es un zapapico y una pala
que es un enterrar
y un desenterrar
un desenterrar
y un enterrar de huesos que son verdad que son mentira
que no maduran ni endurecen nunca.
Un preguntar en trío que no responde.
Un responder a dúo sin ninguna pregunta.
Un enterrar a un desenterrar que rueda en círculos.
Cuando conservo la razón y no estoy loco,
sano de pensamiento, aluzado con el faro iridiscente
de tu puerta
que es la misma a que tocaron
Zenón de Elea, Kant y Schopenhauer,
tembloroso de una desquiciada emoción
me da por vitalismos.
*
EL PEÑÓN DE LAS AURAS
Desde la cima en diagonal de la montaña,
frente al cañón de las aguas de la presa Calles
que van al Jocoque y a rodar por el valle,
a tiro de ballesta del Peñón de las Auras
y bajo el equinoccio de una tarde de marzo,
estoy de pie como eje movible de esta piedra
absorbiendo en rededor el rostro de la Tierra
que tiene el realismo de un óleo de Velasco.
El verde es verdegris en los garabatillos.
El puntillista caracolear de cien encinos.
Las pitahayas esfuman a los acantilados.
Un aura de árbol anida en el azul de agua.
Un árbol azulea sobre el agua y el aura.
Un nido de agua cuelga en el azul de un árbol.
*
LOS CUERPOS
Sobre la sábana en que me ahogan tus muslos,
inmensamente a oscuras,
acuosos y en jadeos y escalofríos,
extraviados en la tundra de la especie
nos urge respirar.
En esta sacra noche brillamos como un sol.
Nada existe sobre la respiración.
De esta asfixia de ambos voy naciendo,
naciste,
naceremos.
Y en este grito estás y te secundo.
Es la vida que nos amasa con el aire.
Son las bocas que devoran aire,
sorben y muerden y desgarran
y gritan groserías,
arden bajo la lupa de tus senos,
estallan en mis vísceras, me inflaman
se acuchillan y ahorcan y muerden como ratas
y se muelen a puños
en esta matazón de dos
que se derriten
que crujen
que se hunden
como antiguas canoas
en el salvaje estornudo de la Vía Láctea
y en la pila bautismal de tu entrepierna
hasta sacar al mundo
limpios y blandos y felices
nuestros cuerpos.
*
PERDIDO
Cuando veo alrededor y estoy perdido
no lo estoy para siempre, amor mío.
A mi clamor de extraviado tu respuesta
llega de cada dirección del planeta.
Cuando estoy triste, confusamente triste,
la manta de tu amor llega a cubrirme
y recobro las fuerzas y el aliento
para vivir esta vida mientras muero.
Cuando veo alrededor y estoy perdido
no lo estoy tanto, mudo amor mío.
Tu cuerpo de mujer es siempre el mapa
que me lleva de la mano hasta mi casa.
Tu astral y destellante rostro de mujer
es un faro encendido al anochecer.
Cuando estoy solo, dolientemente solo,
la compañía de tu amor lo cubre todo
y hace el milagro de volverme al mundo
y compartir los recuerdos donde sufro.
Cuando miro alrededor y estoy ausente
no lo estoy tanto, no completamente,
pues sabes bien que mis casos de ausencia
son una visita a tu honda existencia
en el trigo motriz del pensamiento
que extraña el astrolabio de tu cuerpo
y muere de anemia y de falta de sal
si no tiene la albúmina de tu carnalidad.
Cuando veo alrededor y estoy perdido
ruego a Dios que me encuentres, amor mío.
*